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«Ser sapiente no te da derecho a ser tedioso».
Zoila Vega Salvatierra

lunes, 3 de julio de 2017

"El molle y el sauce", nueva novela de Zoila Vega


El molle y el sauce

Nueva incursión de Zoila Vega Salvatierra en la

 narrativa


La editorial Arsam ha dado un gran paso para ser conocida. Su proyecto Colección Bicentenario es todo un acierto. Integrada por ocho novelas y un diario, esta colección nos trae ficción histórica que, sin duda, dará que hablar.

Dentro de la colección (la mayoría limeños), está la arequipeña Zoila Vega Salvatierra, autora que en los últimos años comienza a destacar en el mundo de la narrativa. Ella aporta a la colección con su novela corta El molle y el sauce, que ahonda en lo que fue la leyenda de Melgar. No dice nada nuevo. Ella misma lo aclaró en la presentación del libro la semana pasada, y lo que intenta es humanizar la figura de Melgar, pues “ahora no se escriben biografías, sino hagiografías de él”.

EL MOLLE Y EL SAUCE

El molle y el sauce es una parábola sobre quiénes somos; reescribir el mito no nos hace ser irrespetuosos, sino más auténticos”.
                                                                                           Zoila Vega Salvatierra

Esta nueva incursión de Zoila Vega en la narrativa es parte de un proyecto. Según se dijo en la presentación del libro la semana pasada, este se inició hace ya tres años: se le pidió a algunos autores que ficcionaran sobre la historia peruana. Una de las narradoras seleccionadas fue Zoila Vega Salvatierra (autora de Cápac Cocha, Premio de Novela Corta del BCRP; Acuarelas, mención honrosa Premio Nacional PUCP; y Las Saucedo, uno de sus mejores trabajos), quien tuvo que “moldear” la novela bajo algunos “requisitos” (como la división en cuatro capítulos y el número de páginas, como señaló la también directora de la orquesta de cámara Calíope durante la presentación).

LO BUENO

El molle y el sauce es la conversación de cuatro amigos (a saber: Francisco Gonzáles Vigil, el diputado Laso, José María Corbacho y el presbítero Arce) en Lima, veinte años después de la muerte de uno de sus amigos comunes: Mariano Melgar.

Todo comienza en la casa de Corbacho, mejor amigo de Melgar. Allí llegan, poco a poco, los amigos de adolescencia. Al principio se discute la actitud de Juan Gualberto Valdivia en los funerales del poeta; luego, con la llegada de los demás compañeros, se comienza a recordar a Peroles, como le decían a Melgar en su adolescencia. Y, poco a poco, es evidente (quizá demasiado remarcado) la culpa que siente José María Corbacho por permanecer él con vida, mientras su amigo ha sido ajusticiado.
Es innegable la investigación histórica que se ha realizado para la novela. Tengo que confesar que no conocía el actuar de Juan Gualberto Valdivia en los funerales del poeta, recitando versos con una calavera en la mano. Además, esta novela corta revela los apodos de los amigos; así, a José María Corbacho le decían Batilo; y a Melgar, Peroles.

La mencionada comparación que hace referencia al título de la novela aparece en palabras de Peroles (Melgar): “Batilo [José María Corbacho], tú eres como un molle robusto, alto, fuerte, que resiste impávido los terrales de agosto. Yo soy como el sauce que siempre está llorando y sacude sus caídas ramas con el soplo del viento”.

“Lo hemos endiosado tanto que lo hemos dejado de conocer”, señaló la autora del libro. Y es cierto. Hay aspectos de su vida que se pasan por alto y que la autora da a conocer.

Por otro lado, son desmentidas las ya conocidas leyendas que circularon acerca del poeta: que el que desposa a Silvia, Manuel de Amat, es el que ejecuta la sentencia de muerte de Melgar, y otras. Todo esto ya aclarado en la biografía que escribió Aurelio Miró Quesada: Historia y leyenda de Mariano Melgar.  

También se da a conocer los cargos importantes que adquirieron luego los amigos de Melgar: presidente de la Convención Nacional, presbítero, abogado acomodado. Además de la asistencia de Silvia, María Santos Corrales, a los funerales del poeta. En buena cuenta, logra dar vida a José María Corbacho.

La edición del libro es buena. La separación de los capítulos con hoja roja es un detalle destacable. La portada es adecuada. Las ilustraciones son de mediana calidad.

LO MALO

Es evidente que la obra está dirigida a escolares, muestra de ello son las imágenes que acompañan al texto; además de cierto aire de enseñanza-explicación en algunos pasajes de la obra (citando algunos poemas de Melgar incluso).

Como ya se dijo, la obra es un diálogo entre los cuatro amigos. Quizá eso le quita fuerza a la figura Melgar, a quien se intenta humanizar, como cuando se dice que tuvo mujeres (“una chola de trenzas y pollera” que salía de su tienda de campaña a altas horas de la noche). No digo que no sea cierto; es más, es muy probable así haya ocurrido, pero tal vez sea necesario recordar que la leyenda vive para servir de ejemplo a las demás personas. El que Melgar no tenga mácula es increíble, pero es “mejor” creerlo y pensarlo así. Tomando en cuenta que la intención de autora ha sido humanizar al héroe, no resulta impertinente plantearse estas cuestiones. Y probablemente por eso, precisamente, es que lo ha conseguido.

Se echó en falta el mecanismo por el cual José María Corbacho “crea” la leyenda de Melgar. En la novela solo se menciona que él es el responsable, pero hubiera sido revelador que se conozca cuáles fueron los medios: ¿sobornó a algunos funcionarios?, ¿pagó a redactores de periódicos para que popularizaran la leyenda?


***

Cuatro amigos de Mariano Melgar conversan en la casa de José María Corbacho (con incursiones esporádicas de la esposa de este), veinte años después de la muerte del poeta, acompañados de una merienda y, más tarde, un poco de “aguardiente de uva”. Esta conversación servirá para que los amigos del vate relexionen acerca de la suerte aciaga de su amigo y aclaren, solo para ellos, cómo fue verdaderamente Melgar. Esto les servirá de consuelo y demostrarán, en el proceso, que, muchas veces, la verdad es distinta de lo que se cuenta y se rumora. 

viernes, 23 de junio de 2017

Entrevista a José Córdova, editor de Surnumérica



Nueva edición de Los juegos verdaderos 
de Edmundo de los Ríos

La célebre novela del arequipeño Edmundo de los Ríos (1944-2008) ha sido reeditada por Surnumérica. El editor José Córdova nos cuenta cómo fue el proceso de edición del libro que es un auténtico clásico de la literatura peruana.

Por: Carlos Valenzuela

Uno de los más ambiciosos proyectos narrativos en lo que va del año en Arequipa es la publicación de la célebre novela de Edmundo de los Ríos: Los juegos verdaderos. La editorial Surnumérica llevará este excelente libro al público peruano para que, señaló el editor José Córdova, «sobre todo los jóvenes lo lean, que sepan la calidad de la obra que dejó». La presentación se realizó en la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa el pasado 2 de junio.

«La novela que inicia la literatura de revolución», había dicho Juan Rulfo, y no se equivocaba. Utilizando innovadoras técnicas narrativas, De los Ríos cuenta, en tres momentos trascendentales, la vida de un guerrillero. Lleno de imágenes memorables, momentos conmovedores y reflexiones profundas, esta novela ahonda en las razones por las que un estudiante decide dejar todo (sus estudios, su familia, sus amigos, su novia) para embarcarse en el proyecto de derrocar al gobierno por medio de la lucha armada. Esta decisión, puesta en duda algunas veces, lo llevará a momentos de severas crisis y pensamientos en la celda en donde está preso. 

Como se sabe, la edición que publicó la UNSA en 1986 se podía encontrar hasta hace unos años en las librerías de viejo que hay por la ciudad, pero hoy es prácticamente inubicable. Ni la Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa ni la Biblioteca Ateneo poseen un ejemplar del libro que editó la casa agustina. Hay un solo ejemplar de esta edición en la Biblioteca de Filosofía y Humanidades de la UNSA (a la que solo se puede acceder tramitando un carné de estudiante, egresado o docente; el carné para particulares es muy difícil si no imposible de conseguir); sin embargo, se puede tener acceso a algunas copias fotostáticas que circulan entre interesados en obras literarias escritas por arequipeños.

A pesar de la poca difusión que ha tenido la novela hasta hace un par de años, esto no ha sido obstáculo para que cale en la mente de lectores, escritores y editores que han tenido la suerte de obtener un ejemplar.
"Los juegos verdaderos" (Surnumérica, 2017)

Ahora, la editorial Surnumérica apuesta por la novela de Edmundo de los Ríos en una nueva edición. Su editor, José Córdova, nos cuenta acerca de los caminos que lo llevaron a esta magnífica novela y el trabajo que significó publicarla.

—¿Cómo fue que decidiste reeditar Los juegos verdaderos?

—La historia empieza en mis primeros años universitarios (1998-99) cuando llegó a mis manos el libro. Fue una lectura hermosa, sobre todo por el tema que trata el autor: la guerrilla en el Perú. La intención fue conocer a Edmundo, buscarlo, homenajearlo y preguntarle por sus libros inéditos, pero fue imposible porque no era un personaje público, no se sabía exactamente dónde vivía. Hasta que el año 2008, su sobrino Axel Porras, que estudiaba en la Escuela de Literatura, me mandó un correo en el que me explicaba que su tío había muerto y sus familiares lo estaban trayendo para enterrarlo en Arequipa. Recuerdo que fue un correo que llegó un domingo 11 de mayo, Día de la Madre. Con esa noticia quedé enternecido; escribí una nota de prensa en mi blog (La torre de las paradojas), y de allí, la noticia saltó a otros blogs. Semanas después, apareció un homenaje que le hizo Niño de Guzmán en El Comercio. En realidad, muy poco se habló de la muerte de Edmundo. Fue en ese momento que, como homenaje a la belleza de su libro, decidí reeditarlo.

—¿Por qué no hubo una editorial que apostara por Edmundo de los Ríos sino hasta el 1986 en que la UNSA lo publica?

—Lo que se cuenta es que no encontró casa editorial en Lima. De los Ríos es un continuador de la saga de Scorza. Para ese entonces surge lo del Valle de la Convención en Cusco; esta insurgencia campesina traía consigo ideas de la reforma agraria con visos de “revolución” encabezado por Hugo Blanco; parte de eso está descrito en Los juegos verdaderos. Se sabe que Scorza tampoco tuvo acogida en alguna editorial peruana por “denunciar” estos temas (en este caso, los movimientos campesinos de Cerro de Pasco); si mal no recuerdo, la saga de Scorza recién es publicada a mediados de los años 80 en Peisa, y en la contraportada se pone que son temas ficticios al que el autor recurre, y que probablemente los eventos de las cinco novelas nunca existieron. En la década del 70, difundir este tipo de literatura era un asunto delicado y, por ende, era difícil que este libro de Edmundo se volviera a publicar.

—¿La nueva edición de Surnumérica está transcrita directamente del original?

—Sí. La edición príncipe la pude encontrar, en 2011, en la biblioteca de un amigo en Puno. Y lo primero que hice fue compararla con la edición de la UNSA; sin embargo, pese a ser esta una edición facsimilar, el epígrafe de la primera parte, por ejemplo, no está en esa edición. Además de las correcciones que tenían que hacerse necesariamente; por ejemplo, cuando Edmundo habla del río Chile, es obvio que se refiere al Chili y, por ahí, algunas palabras más que están mal escritas o utilizadas.

—En el último capítulo, ¿cómo se hizo para distribuir el estilo de narración de Edmundo?

—Hay dos discursos intercalados. Uno, de cómo va terminando la vida del guerrillero en la novela, y el otro discurso es de aliento, de apología, para estar siempre con la lucha y seguir con la revolución. Entonces se intercalan esos dos discursos. Obviamente, al cambiar la tipografía, cambia el modelo de caja del original. Lo primero era tener los dos discursos separados, y luego rellenar interlineadamente cada discurso; así, no se desacomodó nada, sigue siendo el mismo capítulo con la misma intención del autor.

—¿Qué fue lo más difícil de reeditar este libro?

—Lo más difícil fue encontrar la continuidad de los diálogos que se interrumpen. Hay diálogos y párrafos que, en cierta página, se cortan y no tienen punto final, pareciera una errata del editor mexicano, pero obviamente no es así, ya que luego, páginas después, estos continúan. Y más o menos, para que el lector entienda, el autor colocó a la misma distancia la continuación del párrafo interrumpido. Había que darle una sangría más extensa o más pequeña para que se entienda dónde continúa cada diálogo.

—¿Qué otros proyectos tienes con la editorial?

La idea de crear Surnumérica, sello de Cascahuesos Editores, es tener una gran editorial que publique desde Arequipa para el mundo. Por ello, empecé con un clásico que más me haya impresionado y ese fue Los juegos verdaderos de Edmundo de los Ríos. La colección está hecha básicamente de escritores contemporáneos de Latinoamérica, a los que se les intercalará con escritores clásicos también de Latinoamérica.

El segundo clásico que vamos a publicar es la reunión de los cuentos de Gamaliel Churata, escritor arequipeño que lo han nacionalizado en Puno. Él tenía un proyecto, según consta en una carta enviada a Mariátegui, para publicar un libro de cuentos en México; se iba a llamar Tojjras. Finalmente, el libro nunca se publicó, pero fue apareciendo por partes en algunas revistas de Lima, Cusco y Arequipa. Gracias a William Cutipa, hemos terminado de juntar esa colección de relatos desperdigados, además de otras narraciones que se han encontrado en diferentes revistas del sur de país.

El tercer libro clásico son los libros póstumos de prosas de César Vallejo: Contra el secreto profesional y El arte y la revolución; el primero es una especie de miscelánea donde mezcla pensamiento, narración corta y reflexiones de bolsillo, y el segundo es una compilación de sus ensayos sobre arte y literatura desde el punto de vista marxista, pero al estilo del mismo Vallejo. Él los llamó Mis libros de pensamientos; por ello, estamos pensando publicarlos con ese mismo título. La viuda los sacó en 1974 en dos tomos diferentes. Sin embargo, nos arriesgamos a exponerlos en uno solo, ya que se ve que hay una unidad.

Y entre los contemporáneos, ya publicamos el tercer libro de cuentos de Yuri Vásquez, y ahora estamos viendo su segunda novela. En estas semanas estamos con la edición de lo nuevo de los escritores arequipeños Aldo Díaz Tejada, Victoria Vargas, Marcel Oquiche y Luis D. Gutiérrez; además de una segunda edición de Barcos de arena de Fernando Rivera, y una compilación de la narrativa breve de José Donayre Hoefken. A la par estamos con tres escritores extranjeros: el portugués José Luis Peixoto, el ecuatoriano Carlos Vásconez y el boliviano Jaime Nisttahuz.

José Córdova, editor de Surnumérica (Foto: Facebook) 


JUAN RULFO: MENTOR DE EDMUNDO DE LOS RÍOS

Juan Rulfo (1917-1986)
«A los 23 años, Edmundo de los Ríos viajó a México gracias a una beca de creación literaria del Centro Mexicano de Escritores, dirigido en ese entonces por Juan Rulfo, Juan José Arreola y Francisco Monterde», se puede leer en la solapa de la nueva edición de Los juegos verdaderos.

«Edmundo termina de escribir la novela en el año 67 —al habla, José Córdova, editor de Surnumérica— y, sin que se enteren sus maestros [Juan Rulfo y Juan José Arreola], la manda al concurso Casa de las Américas de Cuba, en esa época el concurso más importante de Latinoamérica. Obtuvo una mención especial digna de ser publicada [en el año 1968] y ese mismo año, Antonio Cisneros gana en poesía y Alfredo Bryce queda finalista en cuento. Hubo tres peruanos que destacaron ese año. Apenas se publican los libros ganadores, Edmundo le lleva un ejemplar a Rulfo. Él lo lee e inmediatamente le dice: “Te voy a contactar con un editor joven de México para que publique el libro porque está muy bueno”. Rulfo le da la posta a Emmanuel Carballo, quien queda contento con el libro y lo publica en su editorial Diógenes en febrero del 68, quizá un mes después o quizá a la par de la publicación cubana, no lo sabemos. En fin, cuando ven el libro en imprenta, Rulfo quiere hacer algo más por la novela de Edmundo. Le dice a Emanuel: “Este libro no puede venderse así nomás”, y le redacta este texto corto a manera de apoyo: “La novela que inicia la literatura de la revolución en Latinoamérica”, que salió en un cintillo que envolvía el libro».

Edmundo de los Ríos (1944-2008). Foto: "Caretas"
Al igual que su maestro, señala José Córdova, Edmundo dejó escasa obra publicada. «Sabemos que dejó un solo libro [Los juegos verdaderos]. Sabemos de la existencia de Los locos caballos colorados, aún inédita; de la cual hay algo de tres versiones. Una está en manos de la viuda, otra en manos del hermano, Eliseo, y por allí una tercera que está en manos de algún amigo cercano de Edmundo. También se sabe de una tercera novela, El mutilado ecuestre, que según don Eliseo no es una novela sino un cuento, al parecer un cuento largo o novela corta; ese es probablemente el manuscrito que, según Niño de Guzmán, fue arrojado, en un momento desesperado de su autor, desde la azotea de su casa, quizá por alguna mala noticia de un concurso en el que estaba participando. Luego tenemos algunos cuentos que se están rescatando; hasta la fecha, ya he recuperado hasta seis, pero debe haber muchos más. Hay que seguir hurgando en las revistas de los años 60-80. Finalmente, no olvidemos sus crónicas de cultura y arte que publicó en Perú, México y, probablemente, Colombia», añadió el editor de Surnumérica.











jueves, 22 de junio de 2017

Momentos literarios de Arequipa

[ACLARACIÓN]
El domingo 14 de mayo se publicó un artículo mío en el “Suplemento Dominical” del diario “El Pueblo”. Estoy muy agradecido por eso. Sin embargo, debo aclarar que el editor del diario cambió el título original y suprimió los tres párrafos finales (además de agregar la sumilla del artículo periodístico y escribir la leyenda “Arequipeños tienen predilección por los libros de autoayuda”, que acompaña a una imagen).
[Aquí el texto completo]

Momentos literarios de Arequipa

Por: Carlos Valenzuela
Producto de las nuevas tecnologías, la narrativa escrita y publicada en Arequipa tiene cierto auge, relevancia y un incipiente aire mediático que le viene bien. Por supuesto, no todo es color de rosa y no todos los libros publicados en la ciudad tienen calidad literaria, pero el interés y el trabajo dedicado de algunos autores son cualidades dignas de aplaudirse. El posicionamiento de ciertos nombres y el trabajo de los autores, editores e impresores está dando sus primeros frutos.
Hace ya muchos años, un autor muy concienzudo dijo que es un lujo que una ciudad tuviera uno o dos escritores. Es evidente que se refería a aquellos escritores verdaderos, los que son profundamente competitivos. Esos escasean en todas partes. “Ni un día sin una línea” es un dicho popular que señala la importancia de la disciplina en este y en cualquier campo.
Pasaremos revista por algunos narradores arequipeños imprescindibles, aquellos que han de quedar y que, definitivamente, tienen que ser leídos por las nuevas generaciones.
De los clásicos, tenemos a Edmundo de los Ríos, el narrador más representativo de Arequipa, con su inmortal novela “Los juegos verdaderos” (1968), que recibió elogios de Juan Rulfo. Con una proliferación de las más variadas técnicas narrativas, De los Ríos narra tres momentos en la vida de un guerrillero.
De los escritores de la década del sesenta, también se debe mencionar indiscutiblemente a Raúl Figueroa, ganador tres veces consecutivas de los Juegos Florales de la UNSA (aunque aún no se ha podido verificar este dato). Sus dos textos más conocidos: “Los chacales” y “La pensión escolar”, dan cuenta de un narrador maduro con una muy buena utilización del lenguaje. Son cuentos escritos en los 60 pero que hoy se leen con una increíble actualidad y frescura.
En 1989, Teresa Ruiz Rosas publica su primer libro de cuentos, “El desván”, en el que ya evidencia muy buenas dotes narrativas. Por su experimentación con diversas técnicas en una fecha tan temprana es que este libro debe ser revalorado.
Fernando Rivera ganó el Concurso de las Mil Palabras de Caretas en 1992 (aunque este dato tampoco se ha podido verificar) y dos años después publicó el cuentario “Barcos de arena”.
Juan Pablo Heredia publicó, en 2001, “Recursos para la soledad”. Allí se encuentra el mejor cuento de este autor y una de las mejores narraciones escrita por un arequipeño: “Mateo Yucra” (cuya primera aparición fue en 1991 en una antología local). Con una estructura perfecta, este cuento es considerado el mejor relato que aborda la temática de la guerra interna; es una obra que quedará en la mente de cualquier lector. Pasarán muchos años todavía para que alguien pueda superar ese conmovedor texto.
Mención especial merece Yuri Vásquez, quien en 1994 obtuvo en Copé de Oro en la categoría cuento. Hasta hoy, es el único arequipeño que ha obtenido ese galardón.
En la primera década del 2000, específicamente en 2005, aparece “La polifonía del silencio”, recopilación de biografías de narradores y poetas arequipeños; fue realizado por Goyo Torres y Rosa Núñez. Una compilación necesaria que da a conocer a todos los escritores presentes en la ciudad hasta esa fecha.
Como si fuera un anuncio de lo que se venía, el siguiente año, Zoila Vega Salvatierra obtiene el premio de novela corta del Banco Central de Reserva con “Cápac Cocha”, una novela que aborda el misterio de la construcción de la catedral de Arequipa.
En 2010, Rosario Cardeña obtiene el premio de novela corta Julio Ramón Ribeyro con “El amante”; y en 2014 se le concede el primer lugar en el premio Altazor de Novela con “Príncipe Negro”. Dos novelas de Rosario Cardeña: dos premios literarios. Una narradora eficaz.
Si bien Orlando Mazeyra no ha obtenido ningún galardón a nivel nacional (a nivel local, tiene más de un premio), es un narrador que se debe mencionar. Ha publicado cinco libros de cuentos, de los cuales “Mi familia y otras miserias” (2013) será el libro que seguramente lo hará figurar en toda historiografía de la literatura arequipeña.
De los autores jóvenes destaca Victoria Vargas (20 años) con “Coleccionista de almas”: el mejor debut literario de 2016. Este cuentario muestra las habilidades de la narradora en el relato fantástico.
NUEVOS TIEMPOS
Narradores talentosos se han formado en nuestra ciudad o han llegado aquí para desarrollar su trabajo. Dos de ellos: Jimmy Britto y Yero Chuquicaña.
Britto nació en el norte del Perú, pero se formó aquí desde la adolescencia; ha escrito dos cuentarios, de los cuales sobresale “Pazulo, el circense”, un libro de cuentos sensible y que se aparta de los moldes narrativos tradicionales.
Chuquicaña es natural de Moquegua y también ha estudiado en la Escuela de Literatura de la UNSA; ha publicado cuatro libros de cuentos. “Air-Max 180” contiene lo mejor de su producción.

El “Ajuste de cuentos” de Juan Yufra


Por: Carlos Valenzuela

A partir del año 2000, son solo cuatro antologías las que han salido a la luz, a saber: “Cuentos arequipeños” (GRA, 2010), “17 cuentos peruanos desde Arequipa” (GRA, 2012), “20 cuentos arequipeños” (Ministerio de Cultura, 2016) y “Ajuste de cuentos” (Aletheya, 2016). No se está contando las antologías exclusivamente de autores mollendinos, de las cuales hay hasta tres ediciones distintas.
Todas ellas intentan dar una visión sobre la literatura escrita en Arequipa. Algunas con inclusiones de más, otras con ausencias importantes, son muestra del ambiente editorial que se vive en la ciudad. Toda antología es subjetiva; no puede evitarse.
La más reciente antología publicada por Aletheya nos da un indicio ya desde el título: “Ajuste de cuentos”. Evidente alusión al dicho que da por aprobada tomar la justicia por propia mano.
Y para esto, son seis los autores seleccionados: Teresa Ruiz Rosas, Yuri Vásquez, Fernando Rivera, Juan Pablo Heredia, Goyo Torres y César A. Álvarez. Ellos publicaron sus textos en la década de 1990 en antologías o en libros propios.
El catedrático agustino Juan Yufra, responsable de la selección, utiliza el criterio de la rebelión contra el sistema. En todos los cuentos escogidos “se vislumbra este componente de desacuerdo y subversión de las entidades sociales que recrean los autores y sus ficciones”.
“Detrás de la calle Toledo” de Teresa Ruiz Rosas, “Un blues en la noche” de Yuri Vásquez y “Mateo Yucra” de Juan Pablo Heredia (tres de los cuentos seleccionados) son ampliamente conocidos y, además, premiados por su calidad prosística y el adecuado tratamiento del tema que proponen.
“Arqueología” de Goyo Torres, “Wantan” de Fernando Rivera y “Una botella de cerveza” de César A. Álvarez proponen también la subversión contra las entidades sociales, aunque hay un cierto “forzamiento” en esto.
Pero, sin duda, como sugiere el título, son nombres que deben ser rescatados de la producción arequipeña de la década de los noventa, lo que viene a cumplir el objetivo de esta antología.
Como se recuerda, Juan Yufra escribió el prólogo para “Cuentos arequipeños”, tomo 10 de la Biblioteca Juvenil de Arequipa. “El tomo 10 tuvo sus interferencias y algunos detalles que en este volumen queremos corregir”, señala en el prólogo de “Ajuste de cuentos” (Aletheya, 2016), explicando, así, el título.
PERIODIZACIÓN DE LA LITERATURA AREQUIPEÑA
El poeta moqueguano Juan Yufra, además, ofrece algunos apuntes para una periodización de la literatura arequipeña. Basándose en similar estudio de Carlos García Bedoya, propone cuatro periodos.
El primero abarca los años de 1897 hasta 1927. Esta “Transición a la modernidad” tiene por límites los años de publicación de “Cuentos de mi tierra” de Francisco Ibáñez y “El pueblo del sol” de Augusto Aguirre Morales.
El segundo período comprende los años 1928 hasta 1958. Lo llama “Establecimiento del significante Ciudad”. Tiene por límites la publicación de “Un chullo de poemas” de Guillermo Mercado y el terremoto de 1958, que provocará la migración de otras ciudades.
El tercer período es denominado “Reconfiguración del sistema sociocultural” y abarca los años de 1959 hasta 1979. Lleva por límites la designación de Víctor Andrés Belaúnde como presidente del Perú y la elección de la Asamblea Constituyente de 1979.
Un cuarto período propuesto es “Transacciones simbólicas con el Otro (margen)”. Sus límites: la elección de José Villalobos Ampuero como alcalde de Arequipa en 1980 y la declaración de la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad en el 2000.
Una propuesta interesante, que combina elementos “literarios” con sucesos “históricos” (algunos de alcance nacional) para delimitar sus períodos. Se trata de un esfuerzo encomiable para forjar nuestra tradición que, poco a poco, comienza a consolidarse y a tener referentes propios.